Alguna vez escuche que cuando
sueñas con alguien es porque esa persona se durmió pensando en ti. Eso supone
que todas las noches piensa en mí. O solo son puras patrañas. Lo importante en
esto es que jamás voy a poder repetirle estas palabras sin escribirlas. Mi voz
temblaría tanto que acabaría en un mar de lágrimas. Y hasta me iría por las
ramas u ocultaría partes.
No sé si lo extraño de verdad o
es solo esta maldita soledad que me desespera. No sé si lo quiero en realidad,
quizá es de nuevo esta maldita soledad que me desespera. Me desespera el saber
que ni su amor puedo vivir. Y para cuando se decida tocarme, supongo ya estaré
tan resignada que cualquier amor me dará igual. Pero desde que lo conozco,
quiero el su suyo. No sé si por sus palabras (las que una vez escuche), no sé
si por algunos silencios que tuvo, no sé si por su “sonrisa”, no sé porque.
Descubrí que algo había y siempre dije que era
amor. Aunque nunca tuve la oportunidad de ver eso en persona. En las películas
es muy fácil, se miran, los ojos brillan, dos respiraciones profundas y el
beso. Se aman. Después uno nunca sabe si lo que continúa resulta o no pero
ellos están enamorados y pasan toda la película sintiendo maripositas en la
panza.
Lo único que puedo afirmar con
certezas es que no me arrepiento de haber pasado noches mirando como dormía. Y
podría insistir en pasar una noche más así. Solo mirándolo. Escuchando su
respiración y algunos ronquidos tal vez. Me daba paz su paz, por lo que siempre
superaron los “NO” mis “SI”. ¿Y eso será el amor? Me arriesgaría a responder si…
tuviera la respuesta.
Hoy, un mes de la última vez lo
vi. Aún recuerdo su “dame un beso” y “pórtate bien”. A veces me invaden los
miedos y las dudas. Si le interesará saber de mí. Si intentará saber de mí. Si
al menos pensara en mí. Sus “siempre” fueron mis mayores esperanzas y por ello
sigo. Sigo aferrada a mi almohada soñándole.